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ANÁLISIS ¬ El PRI que “Alito” tanto presume marcó un siglo por autoritario y represor

Aunque los aliados de Moreno Cárdenas y la oposición insisten en llamar su agresión una respuesta y hasta buscan culpar a Morena de “autoritarismo”, es precisamente el PRI el que ha gobernado con sangre y persecución política, pues no hay que olvidar que en su historial incluye episodios que van de la matanza de Tlatelolco a Atenco, de Aguas Blancas a Acteal, pasando por la Guerra Sucia y violaciones sistemáticas a los derechos humanos que dejaron miles de víctimas.
Aunque los aliados de Moreno Cárdenas y la oposición insisten en llamar su agresión una respuesta y hasta buscan culpar a Morena de “autoritarismo”, es precisamente el PRI el que ha gobernado con sangre y persecución política, pues no hay que olvidar que en su historial incluye episodios que van de la matanza de Tlatelolco a Atenco, de Aguas Blancas a Acteal, pasando por la Guerra Sucia y violaciones sistemáticas a los derechos humanos que dejaron miles de víctimas.


La violencia de Alejandro “Alito” Moreno en el Senado, seguida de los aplausos de priistas y simpatizantes que justificaron su agresión, no son un hecho aislado, sino un retrato fiel de lo que ha sido el Partido Revolucionario Institucional (PRI) a lo largo de la historia en que gobernó: un partido marcado por la represión, las matanzas y el autoritarismo.


Entre argumentos que han dado diferentes liderazgos, simpatizantes y militantes del PRI han cerrado filas para aplaudir la agresión perpetrada por Moreno Cárdenas así como justificar la violencia y la falta de control emocional de Alejandro Moreno, destacan quienes celebraron la agresión y se rieron.

Por ejemplo, la Senadora priista Paloma Sánchez, de Sinaloa, –que es la misma que hace unos días salió en un video diciendo que no le importaba que no votaran por ella porque es pluri– publicó en su cuenta de X (antes Twitter): “Dicen que no le tienen miedo al PRI, ¡pero vean sus caras y cómo salen corriendo!”, acompañando el mensaje con una carcajada. Otros priistas también sostienen que Gerardo Fernández Noroña “huyó por miedo” a Moreno, en un intento por desviar la atención de la violencia ejercida en la tribuna.

No obstante, frente a esta narrativa que aplaude la violencia, también ha habido usuarios que han respondido que efectivamente sí se le tiene miedo al PRI. ¿Y cómo no tenerlo? Porque precisamente es un partido que históricamente ha mostrado la violencia y la ha llevado a consecuencias devastadoras, con matanzas y represión en todo el país.


Y es que, aunque los aliados de Moreno Cárdenas y la oposición insisten en llamar su agresión una respuesta y hasta buscan culpar a Morena de “autoritarismo”, es precisamente el PRI el que ha gobernado con sangre y persecución política, pues no hay que olvidar que en su historial incluye episodios que van de la matanza de Tlatelolco a Atenco, de Aguas Blancas a Acteal, pasando por la Guerra Sucia y violaciones sistemáticas a los derechos humanos que dejaron miles de víctimas. Aquí te presentamos un recuento:


Tlatelolco: El 2 de octubre de 1968, miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco tras diversas manifestaciones pacíficas, incluida la Marcha del Silencio del 13 de septiembre. Elementos del “Batallón Olimpia”, infiltrados entre los manifestantes, abrieron fuego tras la señal de bengalas disparadas desde un helicóptero.


La confusión generó caos y pánico, con sobrevivientes refugiándose en edificios y detenciones arbitrarias de líderes del movimiento. La cifra oficial del Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz fue de 20 muertos, aunque la realidad superó ampliamente ese número.


El Halconazo: Casi tres años después, el 10 de junio de 1971, una manifestación estudiantil en Ciudad de México fue brutalmente reprimida. Grupos armados, granadas y francotiradores participaron en un enfrentamiento que duró aproximadamente dos horas. Se encontraron 70 cuerpos de estudiantes y varios lesionados. El Presidente Luis Echeverría prometió investigaciones, pero los responsables quedaron impunes.


Aguas Blancas: El 28 de junio de 1995, en el municipio de Coyuca de Benítez, Guerrero, policías estatales abrieron fuego contra miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur que se dirigían a un mitin político en Atoyac de Álvarez. Murieron 17 campesinos y 23 resultaron heridos. El Gobernador Rubén Figueroa Alcocer negó los hechos y pidió licencia, siendo sustituido por Ángel Aguirre Rivero. La CNDH confirmó que las autoridades tenían conocimiento del mitin y los posibles riesgos. La justicia nunca llegó.


Acteal: El 22 de diciembre de 1997, en Chenalhó, Chiapas, un grupo armado asesinó a 45 indígenas tzotziles, incluidos 18 niños. El Gobierno de Ernesto Zedillo atribuyó el ataque a disputas locales, pero los habitantes afirmaron que se trataba de paramilitares organizados para hostigar a simpatizantes del EZLN. Tras casi 10 años, en 2007, 34 personas fueron condenadas, aunque sólo dos aceptaron haber participado.


Más todas violaciones sistemáticas de derechos humanos: 1965-1990:Durante la Guerra Sucia, el Estado mexicano, bajo el PRI, persiguió, asesinó y desapareció a integrantes de guerrillas urbanas y rurales, así como a comunidades campesinas, indígenas y afromexicanas. El Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico documentó 308 testimonios y reportes oficiales que muestran cómo la violencia fue sistemática, avalada por autoridades de distintos niveles. Esta complicidad e impunidad permitió detenciones arbitrarias, desplazamientos forzados, masacres, desapariciones, prisión política, ocupación militar del territorio, tortura y violencia sexual en Chiapas, Chihuahua, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Sonora y Veracruz.


Atenco:El 3 de mayo de 2006, un conflicto entre comerciantes informales y autoridades en Atenco, Estado de México, derivó en enfrentamientos con la Policía Federal Preventiva. Hubo dos muertos, 260 detenidos y 26 mujeres víctimas de abusos sexuales. La Suprema Corte de Justicia determinó que existieron graves violaciones a derechos humanos, pero nadie de alto rango fue sancionado.


Oaxaca: Entre junio y diciembre de 2006, el Gobernador Ulises Ruiz reprimió a maestros y manifestantes del centro histórico de Oaxaca, con participación de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). El saldo fue de al menos 12 muertos, entre ellos el periodista estadounidense Bradley Roland Will. La Suprema Corte acreditó violaciones graves a garantías individuales, pero el Congreso local, con mayoría priista, exoneró a Ruiz en 2010. Ahora Ulises Ruiz, anunció junto con Sandra Cuevas, que quieren conformar su propio partido.


Apatzingán:  El 5 de enero de 2014, en Michoacán, la CNDH documentó que militares torturaron a una persona detenida tras un enfrentamiento armado. Fue amarrada, arrastrada y golpeada durante horas antes de ser trasladada a la PGR.


Tlatlaya: En junio de 2014, 22 personas fueron asesinadas por elementos del Ejército Mexicano en San Pedro Limón, Estado de México. La versión oficial de un enfrentamiento armado fue desmentida por la CNDH y reportes periodísticos, convirtiendo la masacre en otro caso emblemático de violaciones graves durante el gobierno de Peña Nieto.


Ayotzinapa: El 26 de septiembre de 2014, 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” desaparecieron en Iguala, Guerrero, y seis personas murieron, incluyendo tres normalistas. La versión oficial trató el caso como secuestro por delincuencia organizada, conocida como la “verdad histórica”, que fue desmentida por el GIEI y expertos internacionales. Aún hoy, aunque tres estudiantes han sido localizados, el caso permanece impune.


Calera: El 7 de julio de 2015, cinco hombres y dos mujeres fueron desaparecidos en Calera, Zacatecas, por personal militar. Sus cadáveres aparecieron 11 días después con signos de tortura y tiro de gracia. Sólo cuatro elementos castrenses fueron procesados; el caso sigue impune.

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